El ajuste nos desajusta

En el Consejo de Ministros, que esta semana se adelanta al jueves, el Gobierno abrirá al plan de ajuste adicional el camino hacia el BOE (Boletín Oficial del Estado), previo paso por la ratificación parlamentaria como decreto ley. Estas formalidades ya debieron haberse iniciado en la reunión del viernes pasado, cuarenta y ocho horas después del anuncio de Rodríguez Zapatero en el Congreso de los Diputados.

La demora, oficialmente explicada por la necesidad de aquilatar los recortes a la matemática de las partidas presupuestarias, se convierte así en suplementaria prueba de cargo en manos de quienes acusan al Gobierno de haber improvisado. El PP con más motivos que otros, pues apenas una semana antes su jefe, Mariano Rajoy, le oyó jurar a Zapatero que no habría más reducciones del gasto público por no poner en peligro el crecimiento ni la protección social.

Además de improvisadas, el PP las califica de tardías (la UE, el FMI y el propio PP las venían reclamando desde hace tiempo) e impuestas desde el exterior (en el turbulento fin de semana del 8-9 de mayo, con llamada de Obama incluida). Y tiene razón. Pero además las viene a calificar de inútiles. No utiliza esa palabra en su discurso, pero la secretaria general, Dolores de Cospedal, sostiene que no servirán para crear riqueza ni puestos de trabajo porque, unidas a la bajada del IVA a partir de julio y una presunta nueva subida de impuestos, van a lastrar considerablemente el consumo que, junto a la inversión, es el otro motor de la economía.

Y en eso no tiene razón. Quiero decir que esta parte de la discrepancia pública del PP, la referida a la presunta ineficacia de las medidas anunciadas por el Gobierno, revela la incoherencia del principal partido de la oposición, que se ha pasado el tiempo reclamando firmeza en un duro plan de recortes, aunque eso significase la ruptura del Gobierno con los sindicatos. Y ahora que éste lo hace, tal y como se le venía reclamando, el PP nos sale con un interminable rosario de objeciones.

Más allá de la incoherencia del PP, ahí es donde realmente está ahora el debate. La cantinela de que el plan es tardío, improvisado e impuesto está agotada. Ahora se trata de saber si las medidas son eficaces o ineficaces. Si sirven o no sirven para recuperar la confianza de los mercados y las instituciones internacionales. Es cuestión de tiempo verificarlo, pero antes deberíamos escuchar más a los técnicos que a los políticos.

En principio, los expertos han dicho que las medidas van en la buena dirección. Incluso los políticos, pero los de fuera. En España la reyerta continúa. Aquí el debate se lo come la derivada política de la crisis económica. Léase el incierto futuro de Zapatero o la necesidad de convocar elecciones anticipadas. Entretanto, el PP se escuda en la congelación de las pensiones como pretexto de su anunciado rechazo al plan a su paso por el Congreso.

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