Portugal sale de la crisis

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Portugal ha cambiado mucho en las últimas décadas. Entender las recientes transformaciones socioeconómicas implica abordar el proceso de integración europea desde el principio. Al mismo tiempo, el mundo se ha vuelto cada vez más complejo. Los cambios (de naturaleza tecnológica), las interdependencias y la conectividad (globalización), el crecimiento demográfico y el cambio climático y la pérdida de biodiversidad (nuevos retos) se producen en ciclos cada vez más cortos y rápidos, con implicaciones profundas e inequitativas para los individuos, las instituciones y los modelos de gobernanza en diversas escalas, desde la local hasta la global. Una cuestión importante que hay que examinar es cómo un país pequeño como Portugal muestra su capacidad de adaptación en un mundo fuertemente dependiente e interconectado.

1La sociedad portuguesa atraviesa actualmente una profunda crisis que no se limita a las finanzas públicas, sino que es el resultado del propio proceso de construcción de Europa y de su gobernanza. Estas dos crisis reflejan la contradicción del proceso de construcción europea, entre la ampliación y el ensanchamiento, en un nuevo contexto que abarca la circulación de la moneda única y la expansión hacia el Este de Europa. Por el contrario, la creciente integración de las economías a nivel mundial y la aparición de nuevos y más hábiles actores han tenido consecuencias en la dinámica de la construcción interna y en la articulación y relación del bloque europeo con otros bloques, especialmente con la tríada (Estados Unidos y Japón), y con las nuevas potencias y bloques emergentes (China, Sudeste Asiático, India, Brasil, Rusia y Sudáfrica).

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Situado en el extremo occidental de la Península Ibérica, Portugal es un país de 10,6 millones de habitantes, con una superficie de algo más de 55.200 millas cuadradas, ligeramente mayor que el estado de Nueva York. Actualmente, el país tiene una tasa de crecimiento anual de la población del 0,1%, muy por debajo de la tasa actual de Estados Unidos, que es del 0,9%.1 En comparación con la mayor parte de Europa Occidental y del mundo desarrollado, Portugal se sitúa generalmente como uno de los países menos avanzados, apareciendo en el puesto 34 del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU, la 17ª puntuación más baja de la UE-27.2 Aunque Portugal es un Estado altamente desarrollado según la definición de la ONU, sigue estando muy por detrás de Estados Unidos en varias de las medidas del IDH (véase la Tabla 1). A pesar del crecimiento económico facilitado por la pertenencia a la UE, el PIB per cápita de Portugal sigue estando aproximadamente un 48% por debajo de la media de la zona euro, una situación que probablemente no mejorará dada la reciente evolución económica.

Un golpe de estado incruento en 1974, conocido coloquialmente como la “Revolución de los Claveles”, apartó del poder al gobierno autoritario. En 1986, Portugal ingresó en la Comunidad Europea junto a su vecino, España3.

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LISBOA – Desafiar la sabiduría convencional tiene una larga historia en Portugal. Después de todo, en una época en la que los mapas mostraban que la Tierra terminaba abruptamente en algún lugar de las Bermudas y que las aguas estaban repletas de monstruos marinos, los exploradores portugueses desestimaron los riesgos, colocando a Vasco da Gama (el primer europeo en llegar a la India por mar), Bartolomeu Dias (el primero en doblar el Cabo de Buena Esperanza) y Fernando de Magallanes (que dirigió la primera circunnavegación de la Tierra) en la vanguardia del imperialismo global.

Hoy en día, las colonias portuguesas han desaparecido, pero la afición del país por trazar su propio rumbo sigue viva en su extraña capacidad para mantener la que es posiblemente la economía mixta más exitosa de la Unión Europea. A pesar de la crisis financiera mundial de hace una década y de la recesión económica más reciente provocada por la pandemia, Portugal se ha convertido en un modelo de crecimiento para las economías más pequeñas de Europa, que han luchado por equilibrar las tradiciones culturales y los valores políticos con las exigencias de economías mucho más grandes -como Alemania, Francia e Italia- con las que comparten el euro.

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“Portugal fue uno de los países que más creció en el mundo durante los 15 años que siguieron a su adhesión al Área Económica de Libre Comercio en 1959. Los años posteriores a la adhesión a la entonces Comunidad Europea, en 1986, también estuvieron marcados por un gran progreso. Sin embargo, la adhesión a la Unión Monetaria Europea vino acompañada de una prolongada depresión”, escribe Ricardo Reis en “The Portuguese Slump and Crash and the Euro-Crisis”.

Dado que Portugal fue uno de los primeros países en los que se identificaron inicialmente los síntomas de la crisis de la deuda soberana, puede ayudar a los macroeconomistas a entender lo que ha sucedido en Europa de forma más amplia. “Portugal no tuvo un boom inmobiliario como España e Irlanda, ni un aumento de la deuda pública tan galopante como Grecia, ni tiene la inestabilidad política italiana. Sin embargo, desde 2010, los cinco países se encuentran en una crisis similar”, escribe.

Reis considera que Portugal es único en el sentido de que fue uno de los muchos países que experimentaron un fuerte aumento de las entradas de capital a partir del año 2000, pero mientras esas entradas provocaron un auge en otros lugares, en Portugal, en realidad, desencadenaron una caída. Reis argumenta que el desplome económico se debe a dos razones principales: el subdesarrollo de los mercados de crédito en Portugal hizo que el capital extranjero se dirigiera a empresas improductivas del sector no comercializable (servicios), provocando a su vez la caída de la productividad y la apreciación del tipo de cambio real, restando recursos al sector comercializable (manufacturas). Reis señala que, a pesar del gran aumento del desempleo en Portugal -casi el 17% a finales de 2012-, los costes laborales solo han empezado a bajar recientemente y, de momento, solo entre el 4% y el 6%.