El entierro de la sardina

la pradera de san isidro

Este cuadro se incluye a veces en la serie de Cuadros de fiestas y tradiciones (El manicomio, La corrida de toros, Una procesión de flagelantes y El tribunal de la Inquisición). Aunque es de mayor formato, está pintada sobre caoba, al igual que las demás obras de la serie, y tienen la misma historia. Las cinco obras representan escenas de locura, pero ésta no se menciona en el inventario de 1812 junto con los “Cuatro cuadros pequeños de fiestas y tradiciones”. Evidentemente relacionada, si no pertenece realmente a la misma serie, esta obra data de los mismos años de posguerra, a juzgar por los costes de los materiales, la técnica y sus similitudes con las Locuras.

Como en el caso de la serie Cuadros de fiestas y tradiciones, desconocemos cuándo fue adquirida por el banquero Manuel García de la Prada, aunque se sabe que las dejó a la Real Academia de San Fernando, según consta en su testamento de 1834. Todos los cuadros fueron confiados a esa institución en diciembre de 1839.

Esta obra, una de las más aclamadas de la carrera de Goya por su atractivo colorido y su carácter enigmático, fue pintada sobre caoba tropical, reutilizando en este caso la puerta de un mueble.

el niño jesús con un fr.

Representa la fiesta del Corpus Christi en Madrid el miércoles de ceniza. El tono y la actividad de la fiesta que muestra aquí la composición de Goya parece comentar el frenesí, en lugar de los aspectos celebratorios del evento. Hay una fuerte relación entre este cuadro y las Pinturas Negras, en el sentido de que se emplea un mayor énfasis en el trabajo rápido del pincel y en el contorno. También se oscurece el tono general del color y la colocación central de la figura de la muerte.

“‘El entierro de la sardina’ es uno de los cuadros de la posguerra en los que el artista analiza a las personas bajo la influencia de la histeria colectiva. Esta escena de carnaval está inspirada en la fiesta real que se celebraba en Madrid en febrero, cuando, durante tres días de bailes, mascaradas y comportamientos irracionales, la gente podía vestirse de arlequín o de moro, llevar máscaras de animales, retozar por las calles y abordar a los transeúntes”.

“El entierro de la sardina” trata el tema mucho más alegre de una fiesta popular. Es también uno de los más asombrosos virtuosismos que han llegado hasta nosotros desde el pincel de Goya. Pocas veces Goya volvió a alcanzar tanta decisión en el toque. Cada pincelada es una maravilla caligráfica a la vez que describe con consumada precisión la expresión de los rostros y la carga emocional de cada postura o gesto. Hemos llegado aquí al punto de equilibrio perfecto entre los primeros cartones para tapices y las posteriores Pinturas negras. Toda la alegría desenfrenada de las primeras atrae la mirada desde la superficie del cuadro. Pero en el oscurecimiento de los colores, en la ambigüedad de los rostros (algunos de los cuales están literalmente enmascarados, mientras que otros, aunque desenmascarados, tienen toda la rigidez impasible de las máscaras) y, sobre todo, en los gestos y expresiones exagerados, se empieza a sentir el trasfondo oscuramente inquietante de la histeria colectiva que subyace a la fiesta. Bajo los cantos estridentes y los ritmos de baile entrecortados se esconde el torvo bajo ostinato que acabará por estallar con toda su fuerza en la turba aullante de [la pintura negra] La romería de San Isidro…”

el entierro de la sardina hechos

Es un cuadro de Goya que se ha convertido en un icono del Carnaval para los españoles. Su vigor expresionista lo relaciona estrechamente con Los Disparates y las “Pinturas Negras”. Dentro de la producción de Goya, este cuadro es un ejemplo perfecto de una obra concebida y realizada con total libertad, ya sea para sí mismo o para regalar a los amigos cercanos. De este modo, pudo dar rienda suelta a su capricho e invención, como él mismo escribió. La multitud, captada con la fuerza de una instantánea, celebra el Carnaval bebiendo y bailando a orillas del río Manzanares en torno a una bandera con el rostro de Momo. El dibujo preparatorio (en el Museo del Prado) muestra un esqueleto sobre la bandera, que también fue la primera idea de Goya en el cuadro y que aún se puede ver con la leyenda MORTUS bajo el rostro sonriente de Momo.

el tres de mayo de 1808

El entierro de la sardina es un óleo sobre tabla del artista español Francisco Goya, fechado normalmente en la década de 1810. El título es póstumo y hace referencia al evento que culmina un carnaval de tres días en Madrid que termina el miércoles de ceniza. Los juerguistas, enmascarados y disfrazados, se dirigen bailando a la orilla del Manzanares, donde se enterrará una sardina ceremonial. Goya no ilustra el pez en el cuadro, ni el gran muñeco de paja, llamado pelele, del que cuelga; la pieza central es el “Rey del Carnaval”, de oscura sonrisa.

[El Entierro de la Sardina] es también uno de los más asombrosos virtuosismos que nos han llegado del pincel de Goya. Pocas veces Goya volvió a alcanzar tal decisión de toque. Cada pincelada es una maravilla caligráfica a la vez que describe con consumada precisión la expresión de los rostros y la carga emocional de cada postura o gesto. Hemos llegado aquí al punto de equilibrio perfecto entre los primeros cartones para tapices y las posteriores Pinturas negras. Toda la alegría desenfrenada de las primeras atrae la mirada desde la superficie del cuadro. Pero en el oscurecimiento de los colores, en la ambigüedad de las máscaras de los rostros… y sobre todo en los gestos y expresiones exagerados, se empieza a sentir el trasfondo oscuramente inquietante de la histeria colectiva que subyace a la fiesta[1].