Riqueza de la reina isabel

La reina isabel de españa

SULTANA ISABELA Instalación de arte textil que representa el impacto desmesurado y olvidado que tuvieron los árabes y musulmanes en la creciente riqueza y poder del Reino de Inglaterra en la época isabelina. Durante su reinado, la reina Isabel Ⅰ inició alianzas comerciales con el Reino de Marruecos y el Imperio Otomano que introdujeron en Inglaterra nuevos sabores, colores y texturas, como el índigo, la cúrcuma y el azúcar. En esta pieza se reimaginan como elementos entrelazados con las elaboradas gorras de cuello de Isabel I.  La muestra se inspira en el interior del teatro Drury Lane, donde se representó por primera vez Irene. La forma semicircular de la muestra es tanto una representación de la media luna como un guiño a la disposición del teatro. La gola del cuello está colocada intencionadamente para crear la ilusión de una representación escénica.

Isabel i de castillareina de castilla

Una docena de días antes de la Navidad de 1474, una mujer de 23 años, de ojos verdes y pelo castaño claro, procesaba con sus mejores ropas por las frías y ventosas calles de la ciudad española de Segovia. Un caballero elegantemente vestido caminaba ante ella con la espada real sostenida por su punta. La joven era Isabel de Castilla, que debía su color de ojos a una abuela inglesa, Catalina de Lancaster. Sus deslumbrantes ropas destilaban magnificencia, mientras que la espada hablaba de violencia y de la voluntad de usarla. La escena era notable por dos razones. En primer lugar, se trataba de un golpe preventivo de un usurpador, que formaba parte de una ceremonia en la que Isabel se había proclamado reina. En segundo lugar, era una mujer. “Algunos de los presentes murmuraron que nunca habían visto algo así”, relata un contemporáneo.

Al cabo de dos décadas, un alemán asombrado declararía que: “Esta reina de España, llamada Isabel, no ha tenido igual en esta tierra durante 500 años”. No era una hipérbole. Europa nunca había visto a una monarca femenina lograr tanto, aunque el mérito fuera compartido con su marido, Fernando -que llevó a los territorios menores de Aragón a una alianza matrimonial que creó la España moderna-. Isabel fue la primera gran reina regente de Europa, miembro fundador de un pequeño club de mujeres cuya influencia se extendió más allá de las fronteras de su país y que incluye a las inglesas Isabel I y Victoria, a las emperatrices rusas Catalina la Grande e Isabel, así como a María Teresa de Austria. Sin embargo, de todas estas mujeres fuertes, ninguna tuvo un efecto tan duradero como Isabel.

Isabel de portugal, reina de castilla

Isabel I (22 de abril de 1451 – 26 de noviembre de 1504)[2] fue reina de Castilla desde 1474 hasta su muerte en 1504, reinando sobre una España dinásticamente unificada junto a su marido, el rey Fernando II de Aragón. Fue reina de Aragón tras la ascensión de Fernando en 1479. Juntos son conocidos como los Reyes Católicos[3].

Tras una lucha por reclamar el trono, Isabel reorganizó el sistema de gobierno, llevó el índice de criminalidad al más bajo de los últimos años,[4] y liberó al reino de la enorme deuda que había dejado su hermanastro el rey Enrique IV. El matrimonio de Isabel con Fernando en 1469 sentó las bases de la unificación de facto de España. Sus reformas y las que hizo con su marido tuvieron una influencia que se extendió mucho más allá de las fronteras de sus reinos unidos.

Isabel y Fernando son conocidos por completar la Reconquista, por emitir el Decreto de la Alhambra que ordenaba la expulsión masiva de judíos y musulmanes de España, por establecer la Inquisición española, por apoyar y financiar el viaje de Cristóbal Colón en 1492 que condujo al descubrimiento del Nuevo Mundo por parte de los europeos, y por el establecimiento de España como una gran potencia en Europa y gran parte del mundo durante más de un siglo. [5] El Papa Alejandro VI concedió a Isabel, junto con su marido, el título de “monarca católica”, y la Iglesia Católica la reconoció en 1974 como sierva de Dios.

Reyes católicos de españa

Una docena de días antes de la Navidad de 1474, una mujer de 23 años, de ojos verdes y pelo castaño claro, procesaba con sus mejores ropas por las frías y ventosas calles de la ciudad española de Segovia. Un caballero elegantemente vestido caminaba ante ella con la espada real sostenida por su punta. La joven era Isabel de Castilla, que debía su color de ojos a una abuela inglesa, Catalina de Lancaster. Sus deslumbrantes ropas destilaban magnificencia, mientras que la espada hablaba de violencia y de la voluntad de usarla. La escena era notable por dos razones. En primer lugar, se trataba de un golpe preventivo de un usurpador, que formaba parte de una ceremonia en la que Isabel se había proclamado reina. En segundo lugar, era una mujer. “Algunos de los presentes murmuraron que nunca habían visto algo así”, relata un contemporáneo.

Al cabo de dos décadas, un alemán asombrado declararía que: “Esta reina de España, llamada Isabel, no ha tenido igual en esta tierra durante 500 años”. No era una hipérbole. Europa nunca había visto a una monarca femenina lograr tanto, aunque el mérito fuera compartido con su marido, Fernando -que llevó a los territorios menores de Aragón a una alianza matrimonial que creó la España moderna-. Isabel fue la primera gran reina regente de Europa, miembro fundador de un pequeño club de mujeres cuya influencia se extendió más allá de las fronteras de su país y que incluye a las inglesas Isabel I y Victoria, a las emperatrices rusas Catalina la Grande e Isabel, así como a María Teresa de Austria. Sin embargo, de todas estas mujeres fuertes, ninguna tuvo un efecto tan duradero como Isabel.